domingo, 16 de septiembre de 2012

Feinmann - Gonzalez: un lujo

No miro 678 por diversas razones. No importa. Lo que si importa es esta charla (no se si catalogarla de debate) entre dos de los mejores intelectuales (a mi parecer) que tenemos en la Argentina. Los que me conocen saben que estoy insoportablemente fascinado con Feinmann. Y un amigo que conoce a Gonzalez dice que uno aprende algo nuevo cada vez que lo escucha hablar. Aprendamos, entonces.

 http://www.youtube.com/watch?v=yajYBo7pBw4&feature=player_embedded

sábado, 8 de septiembre de 2012

Liberté, fraternité, égalité

Si, ya se: no está en el orden correcto. La fórmula clásica es "Liberté, egalité, fraternité". Esperen un poco, denme un poco de espacio y ya llegaré a lo que busco. El de la libertad es un tema continuo, constante entre hombres. Sartre decía que es el tema netamente humano: nuestras posibilidades son prácticamente infinitas, superamos (en muchos aspectos) la naturaleza y su predeterminación sobre los seres. Elegimos, que es en escencia la base de la libertad. Pero me voy a ir un poquito de este surco. Voy a irme a Foucault, porque lo semejante gusta de lo semejante y entre pelados nos sentimos cómodos. El maestro de polerita plantea (en muchos lados, pero en particular en un libro maravilloso: Defender la sociedad -en realidad la desgrabación de un curso-) una visión de la libertad que me parece acertada, sobre todo en los tiempos que corren. La libertad está dada por el Poder. Por la capacidad que tiene un humano de imponer sus derechos por sobre las intenciones de otro, es decir, la posibilidad de demarcar un espacio en el cual él manda, donde su dominio es total. Es una concepción particularmente narcisita de la libertad (ojo: no quiero darle un tinte psi a este texto; si uso estos términos es solo porque me resultan familiares, pero no van por ese camino): Yo hago porque puedo. Porque tengo el poder para hacer lo que quiero. Ahora bien, si hay poder, hay desigualdad. Es simple: una relación de poder implica dominación. Uno por encima del otro, uno ejerciendo una fuerza sobre el otro. ¿Y de dónde surge este poder? Bueno, en un estado de derecho lo darán las leyes. En uno de facto, la fuerza. En ambos, creo yo, lo da el dinero. Pasemos entonces a la otra gran palabrita, egalité. Tranquilos, ya volveremos a liberté. Si en la libertad quien reinaba era la palabra Yo, acá reina el nosotros. O mejor, el Otros (ojo, no lacaniano; o si, pero no me doy cuenta por que al turro ese no empiezo siquiera a entenderlo). Hay otros que vienen a demarcar mi libertad, a ponerle un límite a la expansión de mis deseos y ocurrencias. Hay un mundo de iguales ahí afuera ante quienes debo deponer la expansión de mis antojos. Hay Otros que limitan mi libertad, que hacen que deba deponer mis apetencias de dominador universal. Simplemente porque esos otros también tienen libertades, también tienen deseos y también tienen poder para decidir y hacer. Y curiosamente, la cosa se invierte: yo paso a ser un otro para los otros, y a limitar sus libertades. En definitiva: mis derechos terminan donde empiezan los del otro. ¿Ven? No estoy diciendo nada nuevo. Ahora bárbaro, ¿cómo se concilian dos polos? La historia de las democracias ha demostrado que la danza enantiodrómica solo lleva a más conflicto. No hay una síntesis, no hay un camino del medio: donde una clase gana un derecho, otra siente que se pisotean los suyos. Donde se pretende avanzar en la igualdad, explota el grito en defensa de la libertad del que más tiene (y por favor: comprendan que en este mundo donde la gente sigue muriéndose de hambre, de enfermedades para las que hay curas baratas, donde "no hay verdad que se resista frente a diez mangos moneda nacional"; en este mundo, tener más es tener un auto, una casa, agua potable, un titulo secundario, cuatro comidas. Eso ya es tener más que muchos, muchísimos). Ese que tiene ve a otros que quieren igualarlo, que quieren avanzar sobre sus derechos, sus libertades. Y se pone como loco. Pero entonces, ¿qué hacemos? Acá, me parece, es donde entra la más importante de esas tres palabritas, donde surge la genialidad de este lema. Aparece fraternité. Entra en escena la solución, el catalizador, el puente entre los polos.Fraternidad es empatizar. Es ponerse en el lugar del otro. Eso es, creo yo, la función social más maravillosa que tiene la relación entre hermanos cuando uno crece: uno aprende que hay otros y que tiene que compartir con otros, porque entiende que la comida y la plata es poca, que no todos pueden tener todo lo que quieren y que uno alguna vez también pasó por lo mismo que pasa su hermano. Entonces no se come todas las galletitas: le deja algunas a su hermana, que vuelve más tarde del colegio. Porque sabe que feo es venir con hambre y que no haya nada. Porque ya la pasó. Y porque no quiere que le pase a alguien que uno quiere. Es por esto que digo: acá a lo que hay que apostar no es tanto a la libertad o a la igualdad, sino a la fraternidad. Fraternindad es empatía, es tolerancia. Es comprender que tenemos derechos, pero también obligaciones para con los otros. Muchas veces nos va a dar por el culo, pero es así: vivir en democracia es eso. No solamente hacer lo que quiero, sino hacer lo que es mejor para todos. Yo quiero la Patria Grande. Y una cosa como esa solo se construye con mucho esfuerzo, con mucha Solidaridad. ¡Esa es la palabra! Solidaridad. Hay un viejito en la línea Mitre que pela un bandoneón y se toca unos tangos a la gorra, pero siempre abre y cierra cada interpretación con una frase memorable, a grito pelado: "¡Solo el amor salvará al mundo!". ¡Cuánta razón tiene ese viejo!. La solidaridad nce de ese amor por los otros que surge con el vivir, con el sufrir y entender que los otros también sufren, también necesitan. Y es recordar algo fundamental, que los pancartistas del Frente Popular en la Guerra Civil Española expresaron tan bien en uno de esos maravillosos carteles: "No queremos Caridad, queremos Solidaridad". Ese es para mi el gesto que hace falta. Solidarizarse, entender las necesidades de los otros. Porque si no, si la disputa entre libertad e igualdad sigue al infinito, ganaron los pesimistas. Y disculpenme, muchachos, pero yo creo que se puede seguir peleando.

sábado, 20 de agosto de 2011

El sexo de los ángeles


Otra gran nota de Zaiat en Página/12.

El sexo de los ángeles
Por Alfredo Zaiat

El análisis económico convive con la tensión entre el corto y el largo plazo. Los políticos en áreas de gestión destacan el estado de situación inmediato y los profesionales del saber económico convencional posan la mirada en el punto lejano. Aquí, como en cualquier parte del mundo, la población convocada a emitir su voto en elecciones de cargos ejecutivos evalúa su presente al momento de enfrentarse a las urnas. Se trata de un tema de sociólogos de la política interpretar el comportamiento electoral de los pueblos. En materia de la ciencia económica, John Maynard Keynes ilustró: “El largo plazo es una guía confusa para la coyuntura. En el largo plazo estamos todos muertos. Los economistas se plantean una tarea demasiado fácil, y demasiado inútil, si en cada tormenta lo único que nos dicen es que cuando pasa el temporal el océano está otra vez tranquilo”. La coyuntura de esa frase era la recesión intensa que vivía Inglaterra en la primera posguerra mundial. La solución que proponían los economistas ortodoxos era la misma en que hoy se empecinan Europa y Estados Unidos para enfrentar la crisis: bajar el gasto público y esperar que el mercado recupere para la economía el círculo virtuoso de prosperidad, exigiendo una única cosa: tiempo. Afirman que las fuerzas de mercado terminarán solucionando todos los inconvenientes y sólo ofrecen esperar ese “largo plazo”. La preocupación de Keynes era que llegar “al largo plazo” lleva mucho tiempo, y en ese mientras tanto los padecimientos recaen sobre una mayoría vulnerable. Por eso, Joan Robinson, discípula de Keynes, agregó que “en el largo plazo estamos todos muertos... pero no todos al mismo tiempo”.

La noción corto y largo plazo ha sido incorporada por el discurso económico como elementos contrapuestos, estáticos y predeterminados, cuando conviven en movimientos que se interrelacionan. La idea de planificación, si bien incluye el horizonte de largo plazo, se encuentra en otra dimensión, necesaria de recuperar como un instrumento destinado a corregir y reorientar los cursos de acción que emergen de los mercados, como explica el economista Alberto Müller. Pero el debate dominante no se refiere a esa cuestión, sino a aspectos de coyuntura enmascarados como desafíos de largo plazo, que ofrecen la reiterada receta del ajuste como si existiera ese mítico equilibro general de la economía que se enseña en los manuales de economía de bases neoclásicas. El frente de los subsidios a la energía y al transporte es un ejemplo de ese comportamiento que mezcla corto y largo plazo, lo que no implica que no deba estudiarse su cuadro de precios para que sea equitativo y eficiente para la población, no para el balance de las empresas privadas.

En estos años, aunque difícil de percibir por el análisis convencional, que expresa la misma limitación de comprensión de la mayoría de los expertos socio-políticos sobre la identificación y sentir electoral de la Argentina profunda, la economía fue conviviendo con las urgencias de corto y las necesidades de generar una base de sustentación para el largo. En esa tensión, la discusión pasa por si el largo plazo es una sucesión de medidas en continuado de corto que predeterminan ese objetivo en el tiempo lejano, o si se trata de una meta a la que se aspira y se disponen medidas para alcanzarlas. Pueden ser ambos procesos a la vez, y la debilidad en el abordaje de esa tensión es considerar que la correcta es una u otra estrategia que se excluyen.

El gobierno kirchnerista que nació en 2003 es un emergente de la crisis política, social y económica de 2001. Surgió de un descalabro de proporciones y, por lo tanto, la intervención en emergencias es una marca de origen aún vigente. Por eso su experiencia de gestión en el espacio de la economía adquirió características de administración adaptativa. Frente a las crisis y diversos desafíos que irrumpieron en la escena local y que se siguen presentando, la orientación de las políticas para encararlos fue la más audaz, teniendo en cuenta la histórica relación de fuerzas existentes en el país. La renegociación de la deuda en default, la ruptura con el FMI, la política de estatizaciones, el fin de las AFJP, la Resolución 125 de derechos de exportación móviles, la Asignación Universal por Hijo, la utilización de reservas para pagar deuda, la estrategia defensiva del empleo y la actividad interna frente a la reciente crisis internacional. Todas esas medidas fueron estrategias adaptativas que intervinieron en el corto plazo involucrando en forma decisiva la construcción del largo.

Esta forma de intervención provoca irritación en los sectores conservadores que la califican como populista en forma despectiva, cuando es virtud. Pero también incomoda a quienes proponen lo mismo, pero hubieran preferido una previa explicitación formal de esas medidas como parte de un plan general. Esta pretensión académica minimiza el desequilibrio de fuerzas en el terreno donde se expresan los intereses del poder económico. Además de desplazar lo que se conoce como la dinámica de lo impensado, como explicaba el maestro del periodismo deportivo Dante Panzeri el juego con una pelota de fútbol. Lo impredecible es un factor ineludible cuando se habla de política económica. Los partidarios de programas de largo plazo sugieren entonces que el de-safío ahora es lograr una mayor densidad de esas transformaciones para que no sean solamente medidas de emergencia, tomadas por una estrategia adaptativa, para que puedan institucionalizarse. Se convalidaría así el sendero de la construcción del largo plazo con medidas dispuestas en el corto. Pese a que se señala como carencia de la política oficial, el Gobierno ha realizado enunciaciones de aspiraciones que exceden lo coyuntural, que detalladas constituyen ese marco global reclamado.

En estos tiempos de reordenamiento del capitalismo global, algunas consideraciones del debate sobre el corto y largo plazo adquieren la dimensión de precisar el sexo de los ángeles. En el frenético vaivén de las cotizaciones de activos financieros, que expresan el temor a una nueva recesión en los países que aún mantienen la categoría de potencias económicas, no existe volatilidad en la firme tendencia al alza de la incertidumbre. Para la economía argentina, mientras se preserven el mercado interno y el empleo y esa situación de inestabilidad externa no se traslade a los precios de las materias primas que exporta, el temor a la restricción externa se alejará del horizonte. El adelanto de la Reserva Federal (banca central estadounidense) de que seguirá con una política monetaria laxa por lo menos hasta el 2013, que implica tasas de interés cercanas a cero, significa un certificado de un dólar débil, lo que refuerza el actual panorama de cotizaciones en alza de los commodities. Con las enseñanzas acumuladas por la experiencia reciente de la crisis internacional 2008-2009, los previsibles embates de una nueva recesión en Estados Unidos y Europa podrán ser abordados con las conocidas medidas de corto plazo, mientras se va construyendo ese inasible largo.

azaiat@pagina12.com.ar

(tomado de: http://www.pagina12.com.ar/diario/economia/2-174932-2011-08-20.html )

martes, 12 de julio de 2011

Gracias, Buenos Aires

Escribí esto ayer por la mañana (lunes post-elecciones), en el tren. Funcionó como catarsis para no arrancarle la cabeza a nadie. Lo comparto con Uds.
(Y quiero hacer constar que en estas elecciones hubiese votado por Pino).


Gracias, Buenos Aires.
Gracias, por que ayer le recordaste a todos tu rol en la Historia.
Gracias por hacerme acordar que fue tu oligarquía la que destruyó el espíritu revolucionario de Mayo, temerosa de perder su civilidad de calles de tierra si se ponía de igual a igual con el resto de las ciudades del virreinato. De cómo te deshiciste de Moreno, corazón jacobino de la Revolución, haciendolo morir en altamar por el veneno que alojan tus fauces.
Gracias por traer a mi memoria las penurias de Belgrano, abogado y pensador tan respetable en su tiempo, al que mandaste tantas veces al muere y defendió con gallardía una frontera que, de haber caído, hoy no tendríamos Argentina. Por haberlo juzgado a su regreso, sin pagarle sus sueldos atrasados (ni construirle las escuelas). Por honrar al creador de la bandera mas hermosa del mundo con la muerte en vida, y el olvido al rondarle la muerte.
Gracias por recordarme cómo, por primera vez y ante los ingleses, nos endeudaste a todos los argentinos para hacerte un poquito más coqueta.
Gracias por engañar a Artigas, protector de los Pueblos Libres; por usarlo y luego tildarlo en tu historia oficial de bandido, forzandolo a morir en la pobreza y el exilio al hombre que soñó (y luchó) por un Río de la Plata unido.
Gracias por no dejarme olvidar cuando tu gobernante predilecto le negó al Padre de la Patria las tropas y el dinero necesario para continuar de liberación de Sudamérica (y de esto no solo se acuerda quien escribe, sino América latina toda). Y cierto, él también pereció en el exilio...

¿Y cómo olvidar a tus historiadores, que tildaron a Bolívar de loco y taidor?

Gracias por refrescarme, uenos Aires, que mandaste a perseguir como a un cuatrero a Güemes, el gaucho más valiente, el gran guerrillero argentino que defendió palmo a palmo la frontera norte y paraquien no tuviste más que palabras de oprobio, y un manojo de mercenarios que pagaste con oro inglés.
Gracias por no dejar que me olvide de todos esos caudillos, verdaderos argentinos de raza, que se alzaron contra tu polñítica expoliadora y, por reclamar cordura y justuicia, pasaste a degüello.
Gracias también por las cartas donde se evidencia que la barbarie estaba en el corazón del padre del aula, cuando pedía regar la tierra con sangre de gaucho...
Gracias por marcar a fuego que fue tu ejército el que marchó contra la entonces nación más próspera y civilizada de América Latina, para expandir los mercados ingleses. Fue tu ejercito el que forzó a grillete y punta de fusil a las demás provincias (renuentes a involucrarse) a participar del genocidio de un pueblo hermano, del cuál aún te seguís desentendiendo.

Te agradezco, ¡y cuanto te agradezco!, no poder olvidar a tus recoletos, que te levantaron fachadas parisinas con el dinero que hubiese servido para levantar industrias.

Gracias por recordarme que pediste inmigrantes, pero cuando no te llegaron los alemanes que esperabas, sino los tanos, gallegos y rusos, los arrojaste al arrabal para que se valieran por si mismos.
Gracias por mantener presente en mi memoria a Roca y su vástago: el uno expandiendole a tus oligarcas el territorio cultivable a expensas de otro genocidio; el otro vendiéndo por chirolas a los piratas de siempre el fruto de tanta muerte.
Gracias por no permitir que olvidemos que sostuviste a la infamia una década; que te aterraste cuando en tus fuentes el pueblo remojó los pies cansados (igual terror que tuviste cuando un siglo y monedas antes, un caudillo vino a ponerte los puntos y ató, bárbaro, su caballo a la pirámide de Mayo). Que un pueblo quería lo que a vos te sobraba, y te negaste siempre a compartir. Y que cuando te obligaron, intentaste con buitres y bombas acallar un nombre que germinó en corazones y estalló como grito de lucha en millones de gargantas...

Gracias por el archivo, que muestra a tus grandes intelectuales de izquierda sentados con los golpistas, colaborando con ellos "contra el dictador". Las manos de ellos también se tiñen de la sangre de los fusilados.

Y cómo olvidar a esa multitud de clase media porteña que despertó a el vaciamiento y destrucción de una nación, solo cuando le tocaron los ahorros...

Gracias Buenos Aires por recordarme este domingo que te sentís mñas que el resto de nosotros. Por demostrarme una vez más que tu mirada, clavada en el río, busca nostálgica en el horizonte las costas de una Europa de la que te crees partye, pero a la que tus pies enterrados en el barro nunca dejaron acercarte.
Ese barro que es tu suelo, tu fuente de riquezas; ese suelo que espera, de una vez y por todas, que dejes de verte como una simple ciudad portuaria y aumas el rol que debés cumplir en la construcción de una Argentina libre, y hermana de los pueblos de América Latina.

Y si bien recuerdo todo esto, mantendo siempre viva la esperanza. Al fin y al cabo, es lo último que se pierde.

domingo, 3 de julio de 2011

La creación de una fuerza política propia y el peronismo

Para que no digan por ahí que solo subo artículos de Página/12 :P, acá va uno de Clarín de hoy. Me resultó interesante; aunque como buen artículo del "gran diario argentino", muy cortito.


La creación de una fuerza política propia y el peronismo
03/07/11
PorRicardo Kirschbaum, EDITOR GENERAL DE CLARIN

La integración de las listas del oficialismo respondió a la lógica de una construcción política que se prepara para una batalla que, más temprano que tarde, tendrá con el peronismo . Parece un contrasentido pero no lo es, si se interpretan los mensajes que envían las nóminas de las listas de candidatos. ¿Acaso el peronismo no es el mayor soporte de este “modelo”? Lo ha sido hasta ahora. Pero lo que insinúa con firmeza la decisión de Cristina es que podría dejar de serlo en un plazo histórico relativamente corto.

La elección de Boudou, por ejemplo, sustrae la candidatura de la dinámica partidaria y, más allá de la “lealtad” invocada como excusa para amortiguar el impacto , la remite a una decisión absolutamente personal de la Presidenta. Si Abal Medina, uno de los mencionados para la fórmula, era una elección muy sesgada hacia los “jóvenes turcos” del Gobierno, la opción de Capitanich significaba una alianza con el sistema de gobernadores justicialistas. Se dice además que el escándalo Schoklender en Chaco puede haber sido un factor que afectó también la chance del ex jefe de Gabinete de Duhalde.

Boudou, entonces, se revela como una decisión “neutral” en la puja interna del oficialismo pero nada inocente en el futuro.

Cristina, primero, debe ganar las elecciones. El primer gran test será el 14 de agosto con las primarias obligatorias. De hecho, estas elecciones se han convertido en una primera vuelta virtual. Entonces se tendrá una aproximación bastante precisa del volumen de adhesiones que despierta cada candidato. De acuerdo a los resultados, las estrategias electorales podrán corregirse y algunos de los postulantes pueden resignar su candidatura para apoyar a otra.

Cristina y, sobre todo Carlos Zannini, están buscando formar una fuerza propia , blindada a las influencias del peronismo (al que ya califican de residual, en una mezcla de soberbia y expresión de deseos ). Por eso, la elección de los candidatos a legisladores nacionales es imprescindible para las siguientes jugadas. E incluyó meter una cuña entre Moyano y sus aliados , al permitir que Facundo, el hijo del jefe de la CGT, fuera candidato bonaerense mientras que otros dirigentes sindicales cercanos al camionero fueron postergados.

La estrategia futura, si ganan en octubre, es intentar avanzar en la propuesta de un sistema parlamentario con primer ministro, elección presidencial indefinida y Tribunal Constitucional que relega a la actual Corte Suprema (el proyecto que el juez Zaffaroni alentaría) y un paso aún más radical, que sería la constitución de una fuerza propia . Esto último significa la ruptura con el peronismo que, mucho antes de 2015, estará bullendo por la Casa Rosada.

Cristina quiere y necesita tener firme el control de la sucesión. Eso explica todo.

sábado, 25 de junio de 2011

Inflación Estructural


Interesante nota de Zaiat en el Página/12 de hoy, sabado 25 de junio de 2011


Inflación Estructural
Por Alfredo Zaiat

Con la inestimable colaboración de índices de precios al consumidor oficiales que repiten el 0,7 o 0,8 por ciento cada mes desde hace catorce en forma consecutiva, el tema de la inflación se ha instalado como uno de los más relevantes en el debate económico electoral. Ambito Financiero publicó esa curiosidad estadística elaborada por el banco de inversión Goldman Sachs, que también sabe jugar con números, habilidad que se descubrió con la debacle griega cuando facilitó la colocación de bonos de deuda de ese país hoy en desgracia. La originalidad de esas estadísticas públicas entorpece la comprensión del actual proceso inflacionario, dejando el terreno abonado para la irrupción de profetas de la ortodoxia, que reúnen antecedentes suficientes para mostrar que sus propuestas han fracasado al generar la más dramática crisis económica de la historia moderna del país. Sin mínima autocrítica, avalados por un coro disciplinado de la cadena nacional de medios privados, se presentan como portadores de saberes sobre la inflación. Su diagnóstico, con más o menos énfasis, con más o menos transparencia expositiva, se resume en que los aumentos de precios se deben a la exagerada emisión monetaria, al fuerte crecimiento de la demanda agregada y a los desmedidos aumentos de salarios. Ante ese cuadro de situación, la sugerencia, disfrazada como el camino para mejorar la distribución del ingreso, es un ajuste monetario, fiscal y salarial. El economista e historiador Mario Rapoport rescató del libro Los ministros de Economía, del periodista económico Enrique Silberstein, la siguiente sentencia, expuesta en los años ‘70: “Nos pasamos la vida hablando contra la inflación, todo gobierno y todo ministro de Economía (hoy políticos de la oposición con sus economistas de la city) lo primero que promete es combatir la inflación. Y, si uno se fija bien, el ataque a la inflación va dirigido al incremento de los costos, o sea al aumento de salarios. Jamás se ha combatido la inflación diciendo que se debe al crecimiento de las ganancias... Nadie se ha preguntado si las ganancias tenían sentido y si eran económicas”.

En el documento “Una revisión histórica de la inflación argentina y sus causas” publicada en el libro Aportes de la Economía Política en el Bicentenario, Rapoport explica que “si la inflación es un problema que reconoce múltiples causas, recomendar un remedio sin un análisis detallado es un acto de curanderismo o esconde, en realidad, intereses concretos”. Admite que se trata de un fenómeno complejo y que existe en el país una arraigada cultura inflacionaria. Menciona que economistas de la corriente monetarista expresan sus clásicas posturas para enfrentar el problema del alza de precios: reducir el gasto público, restringir la emisión monetaria y moderar el alza de salarios. Pese a la insistencia en el espacio público sobre esos determinantes ortodoxos de la inflación, el actual proceso de aceleración en la suba de precios que se verifica desde 2007 no identifica ninguno de los motores tradicionales de inestabilidad de precios. Reconocer esa carencia implicaría develar la matriz ideológica conservadora que apunta sobre la demanda agregada (gasto público, salarios) para defender las ganancias extraordinarias de conglomerados económicos con posición dominante en sectores claves de la economía.

Aunque parezca extraño ante la hegemonía en ámbitos académicos como públicos del pensamiento ortodoxo sobre la inflación, existen otras explicaciones sobre ese fenómeno desarrolladas por economistas argentinos de prestigio internacional. Ya en los años ’60 surgió un nuevo concepto de inflación planteado por el profesor Julio H. G. Olivera que refería a que en países periféricos el alza de precios no es de origen monetario sino estructural al obedecer, sobre todo, a rigidices y asimetrías de la economía, como el estrangulamiento en la balanza de pagos. Rapoport añade que “una mirada estructural no identifica el problema sólo con la inflación sino con un conjunto de otros problemas, como la distribución del ingreso, los cuellos de botella en el sector externo y en las cadenas productivas, la generación de tecnología propia o la acumulación de capital”. La inflación estructural es una característica particular de países subdesarrollados con problemas en el sector externo.

En esa trama compleja que se aleja de las recetas fáciles de la ortodoxia, una de sus facetas es la utilización del tipo de cambio y las retenciones para intervenir en una estructura productiva desequilibrada (agro competitivo por ventajas naturales e industria con una productividad más baja en términos comparativos) y el impacto de la evolución de los precios internacionales de las materias primas. Economistas y políticos que repiten postulados neoliberales hoy maquillados de sensibilidad social, acompañados por no pocos denominados progresistas y heterodoxos, que festejaron el voto no positivo del vicepresidente Julio César Cleto Cobos que implicó abortar la posibilidad de aplicar derechos de exportación móviles a cuatro cultivos claves como estrategia anticíclica ante shocks externos, tienen cuota de responsabilidad sobre el actual comportamiento de los precios de los alimentos. No sólo neutralizaron esa medida, sino que determinaron condiciones políticas, sectoriales y sociales que limitaron la posibilidad de subir retenciones, eficaz instrumento de política económica que permite disociar los precios internacionales de los domésticos en el sensible sector de alimentos. Según la FAO, Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, los índices de precios internacionales de alimentos subieron casi 30 por ciento entre junio y diciembre de 2010, cerrando el año en niveles similares a los alcanzados durante el clímax del alza de precios del primer semestre de 2008. Esa tendencia continuó en la primera parte de este año hasta marcar el mayor registro desde que la FAO empezó a medir los precios de los alimentos en 1990. Sus registros señalan un aumento de 138 por ciento por tonelada en el precio de los alimentos en el mundo en nueve años, al pasar de 97,7 dólares en 2003 a 233,5 dólares en lo que va de 2011. La FAO informó que los precios de los productos cárnicos en ese período se incrementaron en 80 por ciento, el de los cereales 161 por ciento, mientras que los precios del aceite y el azúcar aumentaron 164 y 271 por ciento, respectivamente.

Ignorar esa trayectoria de los precios internacionales para examinar el comportamiento local muestra debilidad analítica, deliberada intención de confundir el debate o voluntad de proteger intereses sectoriales. Un interesante ejercicio de simulación sería estimar cuál hubiera sido el recorrido de los precios internos en estos años con retenciones más bajas o ninguna, y sin la política de acuerdos personal de la Secretaría de Comercio Interior con eslabones concentrados de la cadena productiva y de comercialización.

Ante un contexto internacional de alza de precios de materias primas y con un tipo de cambio competitivo, la aplicación de retenciones, y móviles, es la medida de corto plazo más eficiente para amortiguar ese impacto externo en los precios, además de contribuir a la redistribución de parte de la renta de la tierra hacia la industria local. Esa política es necesaria, no suficiente teniendo en cuenta el tipo de inflación que irrumpe por las mencionadas condiciones estructurales de la economía, lo que implica la necesidad de profundizar la recuperación de la industria con mayor grado de complejidad e integración local para superar esas restricciones. El fallido intento de la resolución 125 tiene un efecto más duradero en la economía y en los precios que la estrella fugaz Cobos.

domingo, 19 de junio de 2011




EL PAIS › CARTA ABIERTA/9
La reconquista


1 ¿Por qué queremos a Buenos Aires?

Porque tenemos memoria de sus barrios, incluso de aquellos que no conocimos. Porque fue fundada mitológicamente en alguna manzana hoy reciclada por las estéticas del diseño. Porque aún reconvertida y rehecha sigue convocando al relato y la aventura de la fabulación. Porque fracasó en su propio imaginario: se quiso blanca y uniforme, y su vitalidad, sin embargo, viene de la mezcla de colores, de estaturas, de modos de vestir y de celebrar, de rezar, de preparar las comidas. Porque en su voz suena la polifonía dispar de las lenguas que la habitan (el aymara y el italiano; el wolof y el guaraní; el coreano y el idish; el árabe y el portugués) y a la vez es el ritmo entre zumbón y tierno del voseo rioplatense.

Porque en ella vive el país, es territorio que habitamos los que venimos de todas las provincias y en el que constituimos un trazo nuevo de lo común. Porque en esta ciudad está, aún soterrado o ghetificado, lo indígena, y su murmullo no cesa. Porque a su vera se erigieron muchas de las fábricas del proyecto industrial argentino. Porque duerme poco y sueña mucho. Porque en el malhumor tenso de sus vecinos no deja de aflorar el sueño de otra vida. Porque tiene los bares del café charlado y las plazas multitudinarias de la política pública. Porque es una serie de capas, como pensó Martínez Estrada, que surgen y resurgen a cada paso.

Porque a ella llegan diariamente millones de personas que trabajan, estudian, se entretienen y la viven como suya, y porque su vida se extiende mucho más allá de una avenida y un río. Porque son muchos los que migran a las ciudades buscando el lugar donde se reconozcan sus derechos.

Porque es ciudad del deseo y de la memoria. Porque nuestras vidas están tramadas en ella. Porque ella no es sólo ella: es el conurbano que la desborda y la rodea, es el país que la respeta y la desdeña.

Porque si es la ciudad del miedo y la de los muros y los enclaves, es también la que vive en las multitudes callejeras del trabajo y de la fiesta. Porque un escritor imaginó a un hombre solo en alguna de sus esquinas y otro la quiso fervorosa y mítica. Porque es la ciudad en que muchos vivieron su infancia y muchos otros soñaron en su niñez. Porque es siempre la misma y siempre es distinta, porque nos desconcierta y en ella nos reconocemos, porque siempre la estamos empezando a descubrir, porque nunca nos vamos de ella, porque nunca podremos conocerla del todo. Porque a Buenos Aires siempre estamos llegando.

Porque cada generación la vuelve a fundar para que sea siempre Buenos Aires, y a poblarla de nuevos signos. Porque sus tradiciones siguen hablando en sus esquinas, sus puertas, sus cuartos, sus mesas, sus patios, sus ventanas. Porque amamos en las grandes ciudades lo que tienen de turbulencia y equívoco, de entrevero y de intercambio. Porque ella es, en los rostros que la habitan, una nación y un continente. Hospitalaria y a la vez reticente adopta hombres y mujeres de nuestra América. Porque es una ciudad que sigue abriendo las puertas a hombres y mujeres de todos los continentes, y los hijos de quienes llegan son plenamente porteños, y ellos mismos, tarde o temprano, lo son.

Porque tiene lugar para las más diversas formas del amor, de los nacimientos y las muertes. Porque está hecha de despedidas y llegadas, de silencios y ruidos, de rezos y de músicas, de consignas y de oraciones laicas, de velocidad y de espacios para la quietud. Porque en la Plaza de Mayo resuenan infinitos pasos, incluso los nuestros y los de nuestros muertos. Porque en esa plaza y en sus calles los pañuelos blancos rasgaron la monotonía plomiza del terror y porque hoy trabajan en ella, en los recintos donde reinó el exterminio, las fuerzas de la memoria y las potencias de la creatividad. Porque es escenario de rebeliones y en ella resuenan todas las luchas políticas de la Nación.

2 El derecho a la ciudad

Porque queremos a Buenos Aires, porque tenemos derecho a sus rincones geográficos y espirituales, venimos aquí a afirmar el derecho a las instituciones de la ciudad y a su espacio público. No se trata sólo de metros cúbicos de vivienda: también es hora de construir formas dignas y participativas de la política. De afirmar que ese derecho lo tienen los que viven en ella y los que llegan cada día. De afirmar la trama urbana contra el miedo: fortalecer los puentes antes que los muros.

Porque el que es recluido en un ghetto no tiene derecho a la ciudad, se trata de combatir todo proceso de segregación. Reinventar la confianza para hacer posible vivir la ciudad sin retaceos. Reconocernos como ciudadanos y no como espectadores de una política que hacen otros: la reconquista de la ciudad exige una nueva racionalidad comunitaria, manos múltiples puestas a diario en la masa de la vida pública.

La ciudad es difícil como lo es todo espacio en el que millones gestionan su vida en común. Y es, sin embargo, en esa dificultad donde pueden encontrarse las fuerzas para una recomposición, en vez de la amenaza de unos contra otros. Afirmar una lógica no mercantil de los derechos: impulsar reparación allí donde hay desigualdad. La salud concebida como derecho real y para todos, ya no como negocio ni como avara limosna para salir del paso. El problema de la contaminación ambiental encarado a través de una acción multidisciplinaria, a todos los niveles, como una necesidad vital y no como un leitmotiv para afiches publicitarios.

Sostener y expandir escuelas para todos, donde la igualdad se construya en el cotidiano y las escuelas públicas reciban el compromiso, el esfuerzo y la confianza de muchos que hoy están fuera de ella. Construir las mejores escuelas, aquellas que elegiríamos para nuestros hijos, aquellas en las que quisiéramos trabajar.

Afirmar que todo barrio debe tener sus espacios verdes y sus ámbitos comunes, sus núcleos de producción de cultura y sus canales de comunicación. También que la gestión de esos espacios debe ser democrática y definida por los vecinos que los usan.

En vez de una ciudad sin horizonte y cercada por una autopista, recuperar el paisaje abierto del río y afirmar la parquización de la General Paz. Necesitamos muchos arquitectos como Bereterbide para pensar esa ciudad a la que tenemos derecho. Contra la ciudad de enclaves y fragmentos ligados por raudas autopistas –ciudad de Puerto Madero y el Parque Indoamericano–, afirmar una ciudad heterogénea y justa. Una ciudad que se reconozca en el movimiento incesante de los trabajadores en sus calles, a la hora del trabajo diario y el descanso, y a la del reclamo y la celebración.

Hoy la ciudad es rehecha por la lógica del capitalismo financiero y la especulación inmobiliaria. En los cimientos de la modernización de esta hora está la renta sojera antes que la necesidad habitacional.

La ciudad es fachada y sótano, Teatro Colón y taller clandestino, como desde los años ’30 –bien lo sabía David Viñas– fue villa miseria y Kavannagh. Se trata de hacer visible el sótano en el marco de las luchas por la igualdad.

Pensar la ciudad, en estos días de decisiones electorales, es pensar qué vida queremos vivir.

3 La reconquista (o el Eternauta)

Mezclando racismo y bicisenda; segregación y reciclado; destrucción del patrimonio, culto del consumo y violencia contra los desposeídos que duermen bajo papel de diario en los portales, el desquicio es la escena que nos lega el actual Gobierno de la Ciudad. En sus manos, la necesaria modificación de prácticas urbanas se convierte en mero recurso apologético de un estilo de vida tomado de los barrios cerrados.

No es sólo estupidez. Se articula con una representación intolerante de la ciudad, contra todo lo que mancille una fantaseada pureza o que resulte excedente para las demandas laborales del momento.

La del macrismo es una Buenos Aires ilusoria. La usa como horizonte y ariete contra la ciudad real. La nuestra es aquella que es soterrada y a la vez utópica. Está en los intersticios de la ciudad real, la vemos allí donde el miedo se suspende o en los hechos extraordinarios donde se revela la potencia de la vida en común.

La sorpresa de esta nueva derecha en la gestión ha sido lo escuálido de su eficiencia. Ni siquiera administran como buenos gerentes. Esta ciudad no los merece, incluidos los ciudadanos que los han votado.

Esta ciudad, nuestra Buenos Aires, la profunda y a la vez futura, merece políticos de otra tesitura, capaces de explorar sus fuerzas novedosas y de recrear sus espacios públicos. Políticos acordes al estremecimiento de la dimensión política que en los últimos años recuperamos para alarma y escándalo de los que no aceptan interferencias en su voluntad de hacer y rehacer la ciudad y el país a su antojo.

No se debería ausentar de la vida política la idea de felicidad. Ni aceptar su arrebato por derecha, porque en esas manos deviene una composición de consumo privado y celebración espectacularizada. Pensamos en otra felicidad: la que surge del encuentro de lo común y del acceso democrático a lo público.

Esta ciudad merece una reconquista, que sólo puede concretar la acción fraterna de las mayorías. Reconquistarla de la brutalidad del interés mezquino de unos pocos, de la violencia con que fueron conculcados derechos, de la impasibilidad con que sus bienes, sus memorias y sus mitos son devastados o metamorfoseados en objeto de consumo pasajero y ganancias. Reconquistar, con el pasado, la noción de futuro.

Vivimos años de conmoción, conflictos y entusiasmos políticos que desde distintas historias se han desplegado alrededor del kirchnerismo, nombre que intenta dar cuenta del nuevo sesgo, intensamente popular, nacional y democrático, que conmueve todos los aspectos de la vida argentina. Hay que hacer escuchar ese grito apasionado que se murmura en los barrios y en las calles como ansia refundacional.

Hay que seguir escuchando, porque no se ha apagado el rumor de los millones que estuvimos en la calle a la hora de la fiesta –cuando nos descubrimos juntos en el Bicentenario– y a la hora del duelo, en octubre, cuando el dolor y la necesidad de seguir adelante nos hicieron mirarnos las caras. Porque ahí reconocimos nuestra fuerza comunitaria y supimos que no estábamos solos. Algo ha quedado en el aire, otro ánimo, otras energías, el avizoramiento de otros horizontes.

Que es más que un sueño lo sabemos en una patria donde la Asignación Universal por Hijo, la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual y la ley de matrimonio igualitario demostraron que ningún sueño es excesivo si hay una necesidad que lo reclame y una fuerza popular que lo sustente.

No se trata solamente de que, con un cambio en el Gobierno de la Ciudad, concluya un ciclo de deterioro, reconversión excluyente y despojo. Se trata de reconquistar la política, contra su banalización en manos de los gerentes empresarios y los gabinetes de marketing; y de algo más: junto a los hombres capaces de hacer ese llamado, como Filmus y Tomada, de lo que se trata es de que empecemos todos a construir la Buenos Aires que sus profundas necesidades nos están pidiendo.

Contra la lógica de la especulación inmobiliaria, se trata de recuperar la bullente fuerza de los movimientos sociales: de los grupos que luchan por otras condiciones de vida, por su derecho a la vivienda, y los que defienden una preservación razonada de sus barrios. Contra la antipolítica que los desvencijó y los condena al olvido, recuperar los clubes socio-deportivos de los barrios, las bibliotecas, las cooperadoras escolares, los centros artísticos y culturales, el cotidiano prodigio de los encuentros.

Contra la privatización de las riberas del Plata, limitándolas a coto para viviendas y consumo suntuarios, es necesario reconquistar su uso, construyendo un litoral público, accesible y comunicado con el tejido urbano en su conjunto. La apropiación de los bienes naturales por unos pocos no puede ser el destino de una ciudad democrática. Por el contrario, en Buenos Aires todavía persiste la memoria de otra relación con el río y su ribera, que puede ser el sustrato de un emprendimiento de recuperación.

Buenos Aires debe ser repensada en su dimensión físico-espacial, en sus condiciones sociales y vecinales, y en el modo en que se toman las decisiones gubernamentales. Apelando, para todo esto, a las fuerzas activas de la sociedad y a nuevos modos del compromiso ciudadano.

Porque, así como es impostergable la necesidad de más viviendas para todos, es necesario controlar el uso del suelo, recuperar tierras para el uso público y social, impedir u obstaculizar la intervención del capital constructivo-especulador-reurbanizador-expulsor, la toma de decisiones sobre el desarrollo urbano no puede no ser participativa y democrática.

Es necesario un explícito programa de funcionamiento de las comunas. Como son necesarios mecanismos que permitan negociar, concertar y discutir entre sí a las distintas racionalidades a través de las cuales es pensada la ciudad. Necesarios o inevitables, los cambios deben ser concertados, preservando modos de convivencia. Puestas en examen, las evidencias del despojo deben convertirse en síntomas de emancipación.

Palabra poderosa, estremecida de ecos de la historia y de carnalidad popular, palabra asentada en nuestras infancias y en la entraña de nuestros afectos, hablar de “reconquista” supone hoy una apertura del futuro y, a la vez, del pasado común. De la ciudad como campo de posibilidades y espacio de la memoria, una tarea hecha tanto de paciencia como de decisión, de ojos abiertos y de sueño, de firmeza y de trabajo.

Nos sentimos militantes de esa reconquista que no será fácil, porque se trata de combatir no sólo una gestión y un partido, sino un estado de cosas propios de las ciudades contemporáneas que tienden a la fragmentación, a la segregación y la experiencia más profunda del miedo. Buenos Aires tiene derecho a ser, también en eso, modelo en el mundo.

Por lo que vive en estos años la Argentina y por lo que está viviendo Sudamérica, esta es la época propicia para intentar esa otra ciudad. Esa otra ciudad que asoma entre el pavimento algunas veces: aparece en manifestaciones, en festejos populares, en colectivos barriales, en militancias dispersas. En las esperanzas que aglutina Cristina Fernández y en la pasión con que una nueva generación, de voces nuevas y nuevos estilos, se lanzó a retomar y reinventar los caminos antes abiertos por otros jóvenes, con la mirada abierta a la contundencia del presente. A esa ciudad le hablamos.

Les hablamos a los que se sienten lacerados cuando el cartoneo puebla los anocheceres porteños. A los que saben menguadas sus propias vidas ante la infelicidad y la carencia de otros. A los que no quieren violencias asesinas para proteger sus bienes. A los que creen que lo común debe ser construido. A los que impulsan una política capaz de evitar el daño a la vida social. A los que suponen que otra ciudad es posible, aunque no alcancen a balbucear sus contornos. A los que se saben insatisfechos y dolidos. A los que aman, como nosotros amamos, esta ciudad e intuyen que es necesario reconquistarla, porque algo ineludible le seguirá faltando a sus vidas hasta entonces.

A ellos les hablamos porque son muchos y, sin renunciar a sus particularidades y diferencias, se reconocen en lo que anhelan para sí y para todos. Vengan de la tradición peronista o de las de los progresismos o las izquierdas, estén entre quienes se identifican con los ideales liberales de Mayo o entre los radicales que se niegan a olvidar la defensa de una democracia real y la lucha contra los poderes corporativos que alberga su historia. En tiempos en que los argentinos asistimos al reencuentro con las aspiraciones de un proyecto común, su ciudad capital tiene la oportunidad de dar el gran paso que la lleve hacia lo que una y otra vez se anuncia en el trasfondo de sus sueños.

Tanto como Buenos Aires necesita, para ser más Buenos Aires, reconocerse argentina, la Argentina necesita a una Buenos Aires a la altura de los desafíos que su horizonte promete. Reclamamos más política y no menos. Más calle y no menos. Pensamos más como ciudadanos que como usuarios o consumidores.

Fue en nuestra Carta Abierta/4 que, ante la imposición de una política del miedo y del silencio, invocábamos la fuerza moral del Eternauta. Está aquí, en estos días, cuando la indiferencia ya ha dejado de ser la atmósfera que plantaba un horizonte de plomo: la fuerza popular que va extendiéndose en torno del nombre “kirchnerismo” está dibujando, en esta hora argentina, el rumbo hacia la reconquista de nuestro derecho a vivir en Buenos Aires. A esa fuerza apostamos.


(De Página/12, domingo 19 de junio de 2011: http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-170421-2011-06-19.html )