jueves, 27 de enero de 2011

Nota de Página/12 de hoy, Suplemento Cash

DOMINGO FAUSTINO SARMIENTO Y EL TRABAJO GOLONDRINA
Peones rurales

(Nota de Por Enrique M. Martinez, Presidente del INTI).

Apareció el trabajo golondrina en los medios nacionales. Comenzó el reparto de culpas sobre las causas de las malas a muy malas condiciones de trabajo de las cuadrillas de desfloradores de maíz, cosechadores de arándanos o uva o tantas otras tareas manuales que subsisten en la economía agropecuaria argentina. Varias de esas labores podrían ser mecanizadas, como sucedió con la zafra azucarera o la cosecha de algodón, pero no lo son por la displicencia empresaria que apela al trabajo humano mal pago. Otras son necesariamente manuales y nadie analizó seriamente antes de comenzar la actividad –como en el caso de los arándanos– si el negocio justificaba llevar a algunos miles de compatriotas a trabajar en condiciones poco dignas. Simplemente, lo pusieron en el costo, les dio bien y avanzaron.

En este burbujeo mediático sobre una actividad que tiene casi 150 años de historia, es probable que se establezcan reglamentaciones más rigurosas y sistemas de vigilancia más estrictos. Sin embargo, no nos estamos haciendo la pregunta clave. ¿Es socialmente aceptable que subsista el trabajo golondrina? Una comunidad donde este tipo de trabajo es dominante, tiene algunas características asociadas:

- Además de la ausencia por meses de jóvenes y adultos en buena condición física, suelen ir las mujeres jóvenes a trabajar de empleadas domésticas en las grandes ciudades.

- Las familias quedan desintegradas en términos prácticos, a cargo de las mujeres mayores, que cuidan los ancianos, sus hijos propios y los periódicos hijos de las chicas migrantes.

- El único trabajo permanente en el lugar es el relacionado con la administración del Estado: municipalidad, policía, educación, salud. No hay huertas, no hay tambos, porque no hay quien los atienda, casi no hay producción local, siquiera de alimentos, salvo tal vez la panadería.

¿En realidad hay comunidades donde el trabajo golondrina es lo dominante? ¿No se describe un escenario que no existe? Hay al menos uno, que es el núcleo duro de oferta golondrina, que comprende a todas las ciudades que nacieron a la vera del río Dulce, hacia el sur de Santiago del Estero, la mayoría antes de la segunda fundación de Buenos Aires. Loreto, Salavina, Villa Atamisqui y varios otros pueblos, vivieron, antes y después de la colonia, de la agricultura y la ganadería menor y mayor, usando técnicas de riego similares a las del río Nilo en Egipto, ya que allí el Dulce desbordaba periódicamente y cuando se retiraba dejada el mítico limo fértil, sobre el cual crecían lujuriosos el maíz, la alfalfa, los melones.

Esta era la zona más poblada y con mejores perspectivas del sur santiagueño, hasta que se cruzó Domingo Sarmiento. El sanjuanino había tenido como tenaz opositor a su nombramiento como presidente al gobernador de la provincia, Manuel Taboada, en aquella Argentina donde no había internas partidarias ni generales, ni sufragio universal, sino roscas sangrientas. No se le ocurrió mejor revancha que diseñar la traza del ferrocarril a Tucumán sin pasar por la ciudad de Santiago del Estero, ni por ninguna de las ciudades mencionadas, sino por el este, cerca del río Salado, donde no había ninguna concentración humana. El resultado fue que a partir de 1876, en que se inauguró el tramo a Tucumán, crecieron pueblos alrededor de las estaciones de tren y la vieja civilización quedó bloqueada, sin tren, ni caminos, ni ninguna otra razón para invertir un peso allí. El golpe de gracia lo dio la construcción del Embalse de Río Hondo, inaugurado en 1950, que derivó buena parte del agua para regar otros lugares, eliminando los desbordes periódicos del Dulce.

Toda esa población quedó a expensas de los empresarios que los convocan a trabajar fuera de su tierra. El azúcar fue lo primero. Sobre todo, se instaló a lo largo de varias generaciones la idea de que eso es lo que hay. En ese contexto, el intendente de Villa Atamisqui, por ejemplo, que manifiesta ser hijo de cosechero y cosechero él mismo hace años, destaca la actitud de Monsanto, que contrata anualmente 1500 personas allí, les paga, según él, el doble que a un empleado municipal y les da confort básico en el transporte y en el destino donde trabajen. ¿Cómo negarle el derecho a ese funcionario a usar los términos relativos y elogiar a Monsanto, porque la gente cobra, según dice, 4000 pesos cada mes trabajado? ¿Cómo desprenderse, en cambio, desde un ámbito nacional, de la obligación de considerar indigno el trabajo golondrina, que ni siquiera es allí una opción sino el único modo conocido de subsistencia? ¿Lo mejor que podemos hacer se limita a reglamentarlo y vigilarlo? ¿Podremos aprovechar al menos esta oportunidad para evaluar acciones públicas de desarrollo local que liberen a esas comunidades de un destino sin familia y sin arraigo?

(La nota, en http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/cash/17-4930-2011-01-27.html )

Si son construcciones... hay alternativas

Nota de hoy, jueves 27/01 del 2011 en Cash, de Página/12.


El lenguaje y el mercado

(Por Manuel Calderon, profesor de Historia del Pensamiento Económico)

En un interesante artículo de 1945 titulado The use of knowledge in society, Friedrich Hayek (uno de los principales apóstoles del liberalismo político y económico del s. XX) comparó el sistema de precios de mercado con el lenguaje. Básicamente dijo que el lenguaje y el mercado son los más eficaces inventos humanos para transmitir información y conocimiento, que en esencia se encuentra desperdigado, atomizado, socialmente distribuido. Desde este punto de vista, los precios son signos que contienen información y representan conocimiento útil a la sociedad, generado a partir del funcionamiento de un mecanismo de articulación y síntesis de estas piezas de conocimiento: el mercado.

Pero dado que el mercado como el lenguaje son inventos, entonces hay una sociedad que los construyó, más aún son construcciones sociales caracterizadas por tener significado convencional, es decir, tienen significado en cuanto hay un acuerdo social que les asigna ese significado. Por otro lado, este significado del precio o la palabra sólo se entiende o tiene sentido dentro de un juego de diferencias y oposiciones entre todos los demás precios y todas las demás palabras; es este sistema de diferencias y oposiciones, con sus reglas de composición y su estructura de funcionamiento, lo que les da sentido.

El descubrimiento de la semejanza entre lengua y mercado, palabras y precios, y lingüística y economía, es originario del suizo Ferdinand de Saussure, padre de la lingüística estructural. De Saussure intuyó, a partir del análisis del equilibrio general de los mercados de León Walras, que el funcionamiento de la lengua era similar al funcionamiento de los mercados. Así como los precios se forman y adquieren su significado en el marco de un sistema económico de valores, el mercado, las palabras también surgen y significan en tanto componentes de un sistema de significación, la lengua.

Pero la idea fuerte de esta concepción del mercado y de la lengua, la idea-ruptura, es que entonces se desnaturaliza tanto al mercado como a la lengua. De Saussure rompe con la idea de que existe una comunión o lazo natural entre las palabras y las cosas. De la misma manera, concebir al mercado como invención y no como fenómeno natural, rompe con la idea fundadora de la economía científica que pretendieron los fisiócratas, la noción de orden natural. Ni la lengua es natural ni el mercado es natural, sino que son construcciones sociales cuyo significado y funcionamiento hay que buscarlos en el mundo social. Idea que por primera vez expuso Karl Marx para la relación entre cosas y valores, con su explicación del fetichismo de la mercancía: “Lo que aquí reviste, a los ojos de los hombres, la forma fantasmagórica de una relación entre objetos materiales no es más que una relación social concreta establecida entre los mismos hombres”.

Entonces, si no hay una naturaleza u origen natural de la lengua y del mercado, podemos al menos imaginar como posibles, formas alternativas de construir sistemas de transmisión y articulación social de las ideas, los conocimientos y los valores. Lo más interesante de esta concepción de la Economía como Semiótica es que da pie a la superación de la tradicional oposición entre Economía y Utopía, y abre el camino para plantear un despliegue epistemológico desde el modelo de una ciencia económica al modelo de una hermenéutica económica. Las preguntas que hace la hermenéutica están relacionadas con la comprensión de las acciones humanas más que con su explicación causal. Preguntar por ejemplo ¿en qué contexto se dice lo que se dice? ¿Con qué motivos? ¿Cuáles son las subjetividades en juego? ¿Cuál es el sentido de lo que se hace o dice? permite indagar más allá de la validez empírica o lógica de las teorías económicas y sociales, permite indagar acerca de los sujetos y las sociedades que las crean y legitiman, que las incorporan al saber, al discurso y al sentido común de una época.

manuel.calderon@econo.unlp.edu.ar

(Nota original en: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/cash/17-4932-2011-01-27.html )

domingo, 23 de enero de 2011

Refundar el capitalismo, aquella broma macabra


Nueva nota de un gran diario español, Público. Por suerte, ahora se reparte gratiutamente en Buenos Aires :).


Refundar el capitalismo, aquella broma macabra
(Por José Luis de Zárraga, sociólogo español, para Público.es del 23/01/11).

Cuando estalló la actual crisis económica y se hicieron evidentes sus causas y la rapacidad de quienes se habían beneficiado de ella, cualquier analista con dos dedos de frente, incluso los que habían participado en la orgía especulativa en la que se gestó, comprendió que no era en los errores o los delitos de agentes económicos donde radicaba la responsabilidad principal sobre lo que estaba pasando, sino en el propio sistema.

La mayoría de los dirigentes políticos aunque no todos tenían esos dos dedos de frente, y lo comprendieron también. Los menos atrevidos lo dijeron en voz baja; pero algunos de los más poderosos como Obama y Sarkozy no tuvieron inconveniente en decirlo en voz alta, y al calor de la indignación que les producía el espectáculo se olvidaron de reprimir la lengua. "Hay que refundar el sistema", fue la consigna que transmitieron. Eso quería decir y lo dijeron también: hay que terminar con la desregulación de los mercados; hay que controlar la proliferación de un capitalismo financiero basado en la especulación con activos ficticios que multiplican exponencialmente la economía real, se adueñan de ella, la pervierten y la arruinan; hay que imponer tasas a las transacciones financieras y a los beneficios especulativos; hay que acabar con los paraísos fiscales; hay que poner coto a la codicia de los administradores y evitar que persigan su propio beneficio como único criterio de gestión; hay que recuperar la intervención pública en la economía, tanto para los estados como para los organismos internacionales; hay que imponer códigos de conducta ética a los agentes económicos Etcétera, etcétera.

Los límites del sistema
Lo que ha pasado luego parece la clase práctica de un curso básico de marxismo. La clase en la que se aprende, con ejemplos prácticos, cuáles son los límites del sistema y quién manda realmente aquí.

¿Eran cínicos Obama y Sarkozy cuando proclamaron su convicción en que había que refundar el sistema y su decisión de hacerlo? No creo. Como Zapatero y otros políticos europeos que creyeron que esa refundación era posible y se sumaron a ello, todos ignoraron, por un momento, los límites del sistema y la correlación de fuerzas que determina quién manda realmente en él.

Aparentemente son las multinacionales quienes protagonizan el capitalismo moderno. Según un documento reciente de la OMC, las 500 mayores controlan más del 70% del comercio mundial. Pero quien manda en ellas, en la mayoría de los casos, son los capitales financieros: hedge funds, sociedades de capital riesgo, fondos de pensiones, fondos soberanos y otros capitales especulativos, muchos estrechamente vinculados a los bancos y a las grandes fortunas.

De las decisiones que tomen estos capitales dependen la estabilidad de las divisas, las deudas de los estados y las fluctuaciones de los precios internacionales de todos los productos estratégicos y de consumo básico. De esas decisiones depende que las divisas se deprecien o se aprecien con independencia de su economía real, que los estados quiebren o tengan que dejar de prestar servicios públicos y someter a su población a drásticos programas de austeridad, que se hunda el valor de las exportaciones de unos países o que se multiplique el precio de productos básicos de los que depende la alimentación de cientos de millones de personas. Son esos capitales quienes mandan. Las organizaciones económicas internacionales están a su servicio y marcan al mundo las políticas que a ellos convienen. Y los estados, dentro del sistema, no pueden nada frente a su poder: tanto a su poder económico, que podría hundir la economía de cualquier país, como a su capacidad para comprar voluntades políticas, medios de comunicación, instituciones y grupos de presión que manipulen según sus intereses a parlamentos y opiniones públicas. Esto, en cuanto a la correlación de fuerzas, es decir, a la cuestión de quién manda aquí.

La búsqueda del beneficio
Pero si ponemos entre paréntesis ese aspecto decisivo, y nos preguntamos si sería posible refundar el sistema de modo que se evitasen las crisis y se moralizase la economía, nos topamos enseguida con límites infranqueables, porque son los límites del propio sistema. Como saben hasta los niños, la clave del sistema capitalista es el beneficio privado; todo el sistema se asienta en la valorización de los capitales. Cada uno tratará de obtener de la aplicación de su capital el máximo beneficio posible e irá a buscar ese beneficio allá donde se pueda encontrar, con independencia de las consecuencias sociales que de ello deriven. No puede actuar de otra manera, porque compite con los demás capitales que actúan con el mismo criterio, y sus accionistas le reclamarán que los beneficios estén a la altura de los que consiguen los demás.

Hace ya mucho tiempo que el capital financiero dejó de ser un mecanismo auxiliar en la arquitectura del sistema capitalista, necesario para facilitar la circulación y la asignación de los capitales en la producción de bienes y servicios. Desde hace más de un siglo es la pieza clave del sistema. Desde los años noventa, en EEUU, los beneficios del sector financiero superan a los de toda la industria. Desde hace décadas las finanzas son el principal protagonista, el que ha configurado todo el sistema según su conveniencia y el que domina por completo el conjunto. Hoy el sistema capitalista es el sistema de las finanzas internacionales y sus estructuras lo vertebran. No hay más sistema capitalista que este.

Volvamos a Obama y Sarkozy. Lo que pasó después es bien conocido, aunque quizás no haya sido bien expresado. Los mercados se impusieron a los gobiernos, se dice. Pero los mercados es un eufemismo tras el que se amparan aunque no se oculten las finanzas internacionales. No son los mercados básicos de cualquier economía mercantil, en los que concurre la oferta y la demanda de bienes y servicios, ni siquiera el mercado de capitales que asiste a la economía real en su funcionamiento. Son exclusivamente los mercados financieros en los que se trafica con divisas, con deuda pública y, sobre todo, con derivados que multiplican ad infinitum obligaciones y beneficios futuros convertidos en títulos que se crean exclusivamente para especular con ellos.

Los grandes capitales que operan en estos mercados no compran ni venden activos reales, sino la oportunidad de beneficios que se lograrán manipulando su oferta o su demanda, mediante operaciones que subirán o bajarán artificialmente el precio según convenga. Cómo se hace esto no es tema para este artículo. La cuestión es que se hace. Y vaya si se hace. El año pasado las transacciones financieras fuera de los mercados (OTC) se elevaron a 615 billones de dólares, más del triple de la riqueza del mundo entero y unas diez veces el PIB mundial. Y los activos de las 50 mayores corporaciones financieras transnacionales sumaban 54 billones de dólares, triplicando el PIB de toda la UE.

Fin de fiesta

Fueron los grandes capitales financieros internacionales directamente o a través de organismos que representan sus intereses y aplican sus criterios, como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial o el Banco Europeo los que recordaron a los gobernantes los límites de su poder.

En el segundo trimestre del año pasado intervinieron en la verbena de los políticos y se acabó la fiesta. Primero habían forzado a los gobiernos a gastar sin tasa nuestro dinero en su beneficio, porque no podíamos permitir la quiebra del sistema financiero a la que ellos nos habían conducido, permitiéndoles a la vez largar todo lo que quisieran sobre lo que harían después. Y luego, cuando se recuperaron los grandes beneficios y el negocio as usual, mandaron callar y ordenaron a los gobiernos que pusieran a la población firmes, le vaciaran sus bolsillos y le ajustaran el cinturón. Siempre, claro está, a través de la voz ventrílocua de los mercados.

Cómo va a quedar esto, lo veremos. Probablemente, con retoques cosméticos o sin ellos, entraremos en una nueva fase, sin nada que se parezca a una refundación del sistema o a una moralización de la economía. El sistema no se puede moralizar ni refundar; o se cambia o se sufre.

(Para ver la nota completa, ingresá a:
http://www.publico.es/dinero/357619/refundar-el-capitalismo-aquella-broma-macabra )
Siempre está bien hacer un alto y reveer la cosa antes de seguir, para recordar los actores. Interesante nota de Zaiat en Página.

Grano de Trigo
Por Alfredo Zaiat

El conflicto con el núcleo de la producción agropecuaria más rentable, que adquirió mayor intensidad a partir de marzo de 2008 por la resistencia a los derechos de exportación móviles, derivó en un proceso notable: la exteriorización, con alcance masivo, de riquezas y miserias de un sector relevante de la actividad económica. Hasta esa explosión, la realidad del campo se difundía por la suerte del clima y las cosechas, las jornadas de diferentes record en la Exposición de Palermo, las alianzas políticas conservadoras de grupos reaccionarios reunidos en la Sociedad Rural, los festivales de doma y folklore y algunas protestas de productores pequeños y medianos que adquirían repercusión nacional, aunque con escasa reacción en la esfera política, como prueba la desaparición de 80 mil explotaciones entre los censos agropecuarios de 1988 y 2002. La situación del campo estaba reservada a especialistas sectoriales y a un lugar marginal de la difusión informativa con su respectivo anunciante privado. A partir de la actual crisis muchos cientistas sociales redescubrieron la problemática agraria y empezaron a preparar sus investigaciones. El tema agropecuario es dominante si se aspira a comprender el sendero histórico del desarrollo argentino. Sus protagonistas han sido sujetos fundamentales en la construcción del imaginario colectivo sobre el destino de país. La particularidad del momento es que la cuestión agropecuaria ha adquirido una centralidad avasalladora en el debate económico. Ese lugar preponderante se explica por la irrupción de un poder económico que aspira a ser hegemónico, que ha estado presente a lo largo de la historia nacional y que se ha reconfigurado desde mediados de la década del noventa, con más fuerza en la primera década del nuevo siglo, con actores de las finanzas y de la industria. En la batalla contra la Resolución 125 ese viejo-nuevo poder se hizo visible para ocupar y no abandonar el centro del escenario económico-político.

La revolución tecno-productiva, con el ciclo siembra directa-semilla transgénica-herbicidas, y precios de los commodities elevados con una moneda doméstica maxidevaluada, junto a una reversión del ciclo local de valorización financiera, han sido las principales condiciones para la conformación de ese núcleo de poder atravesado por una trama multinacional. Su predominio no desplaza la existencia de una gran heterogeneidad de la estructura agraria con su diversidad de agentes sociales. La actividad agropecuaria está integrada por variados subsectores con sus respectivos procesos productivos que requieren de abordajes específicos. En estos años de discusión sobre la distribución de la renta agraria, esas situaciones que en gran medida involucra a pequeños y medianos productores, como la actual tensión por la comercialización del trigo, han provocado desvíos en hacer evidente el avance de ese viejo-nuevo poder económico.

Pese al agotamiento de adjetivos descalificativos de dirigentes de las entidades patronales del campo, y que en estos años ha sido su más dura pelea política, la administración kirchnerista no tuvo la intención de desarticular el modelo de organización productiva en el agro expresada en ese bloque de poder. En los últimos dos años, ha comenzado una incipiente, a veces contradictoria, revisión, forzada por la derrota de la 125, reconociendo la presencia de otros sujetos agrarios. Esto hace más compleja la comprensión de la tensión política con el núcleo dominante del campo y para descubrir los mecanismos de construcción de ese orden económico. Una enseñanza de este largo conflicto es que mostró cómo reaccionan grupos económicos ante una gestión política que pretende intervenir en cómo se reparten rentas extraordinarias. Excedentes que dependiendo de cómo se distribuyen entre los actores sociales determina el modelo de desarrollo. Esta disputa es por uno agroindustrial exportador, entendiendo industrial por la molienda de la soja en aceite, o por uno de reindustrialización, con un patrón que aún no está revisado en profundidad.

Esa tensión constante fue provocando en el Gobierno una reacción defensiva virtuosa que, para dar respuestas a demandas puntuales de los productores, ha instrumentado medidas y organismos de control que exigen el blanqueo de la actividad. Esa estrategia profundizó la brecha con toda la cadena agropecuaria, ya no sólo por las retenciones, modelo de desarrollo y bloque de poder económico, sino por el elevadísimo grado de informalidad del sector, que quedó en evidencia por la propia dinámica del conflicto. Un porcentaje importante de las operaciones agropecuarias violan las reglas fiscales en el eslabón de la comercialización y de la exportación con el consiguiente empleo de trabajadores en el marco de la informalidad, en algunos casos en condiciones infrahumanas. En esa instancia, además de cuestionar el Estado por fijar retenciones, el reclamo ideológico y político por la acción estatal en el mercado agropecuario está motivado por su intervención en la fiscalización de sus cuentas y relaciones laborales. Por eso no hubo ni habrá medidas oficiales, ni una nueva Junta Nacional de Granos para proteger a los pequeños productores, que aplacará la resistencia de un sector acostumbrado a operar parte de su producción en el circuito informal.

En este proceso complicado, una cuestión básica de cualquier análisis es considerar que a partir de la derrota de la 125 la administración kirchnerista quedó a la defensiva, aunque sin levantar la bandera blanca como aspiraban la Sociedad Rural junto a sus socios históricos y los nuevos entusiastas. La creación de un ministerio del área y la sucesión de medidas, incluyendo subsidios y abundantes fondos de asistencia, a favor de los productores forma parte de ese contexto político. El Gobierno ha brindado beneficios que en cualquier análisis comparativo con otras actividades productivas serían considerados exagerados. Un problema puntual en el eslabón de comercialización del trigo, que se explica por los tradicionales abusos monopsónicos (concentración de compradores, acopiadores, molinería y exportadores) junto a la existencia del circuito marginal de venta, se abordó primero con un acuerdo-compromiso de pagar el “precio pleno” y luego ante la deficiencia de esa iniciativa se liberó las exportaciones y se lanzó una línea de crédito por 840 millones de pesos a tasa cero para los trigueros.

El informe más reciente del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria sobre la rentabilidad del productor triguero da cuenta de su bonanza, resultados publicados en Página/12 el jueves pasado. Ese relevamiento está en línea con el elaborado por la Bolsa de Cereales, que en su último reporte destaca que “el inminente cierre de la campaña triguera 2010/11 lograría una productividad de 34,5qq/ha, record histórico del cultivo en nuestro país. Perfilando así una producción final de 15 millones de toneladas, 7,1 millones más que la pasada campaña”. La estación experimental INTA Pergamino calculó que el margen bruto promedio de rentabilidad de la producción triguera, con los descuentos adicionales de molinos y exportadores, se ubica en unos 173 dólares, cuando la media histórica es de 110 dólares. Ese resultado es el segundo mejor, después de 2008, desde la salida de la convertibilidad, y sólo detrás del registrado en 1996 durante esa década. O sea, la cosecha 2010 de trigo es la tercera mejor de los últimos veinte años en rentabilidad para el productor. Para la presente campaña, el INTA estimó que un productor pequeño de hasta 80 hectáreas obtendrá entre 13.840 y 24.000 dólares por el trigo, y uno de tamaño medio, de unas 200 hectáreas, recibirá de 34.600 a 60.200 dólares.

Hoy es el trigo, ayer fue la carne, mañana será el maíz, la leche o el girasol, y después, las retenciones a la soja. En cada uno de esos reclamos, mientras van capturando cada uno de los beneficios otorgados por el Gobierno, como el de los créditos trigueros que referentes del sector recomiendan ansiosos aceptarlos, se expresa la presencia dominante del viejo-nuevo poder económico instalado ya como un actor central de la escena nacional.

azaiat@pagina12.com.ar

Hacer o no hacer


Quiero compartir con Uds una frase que leí hace poquito en un maravilloso libro de Huxley, La Filosofía Perenne. Quizás las líneas que transcribo tengan algunas partes con las que hoy la historia nos ha llevado a disentir, pero recordemos que el texto es de un filósofo chino de hace casi 25 siglos (y que sentó las bases, con Lao Tse, para el anarquismo):

"Las grandes verdades no hallan asidero en el corazón de las masas. Y ahora, estando todo el mundo en el error, ¿cómo guiaré yo, aunque conozco el buen camino?. Si sé que no puedo hacerlo con éxito y, con todo, intento obtenerlo, daré solo ocasión a otra fuente de error. Mejor pues, desistir y no esforzarse. Más, si no me esfuerzo yo, ¿quién lo hará?"

Chuang Tse

viernes, 14 de enero de 2011

Chimérica y Chiindia

Por Alfredo Toro Hardy para Público.es

La economía del siglo XXI se encontrará indisolublemente ligada a dos contracciones: Chimérica y Chiindia.
La primera de ellas fue acuñada por el historiador Niall Ferguson (The Ascent of Money, Londres, 2008). La misma se sustenta en la imbricación profunda que existe entre las dos mayores economías del mundo: China y Estados Unidos. El analista norteamericano Zachary Karabell llega a comparar a esta asociación de facto con la Unión Europea, en virtud de la intensidad y diversidad que alcanza su complementariedad económica (Superfusion, Nueva York, 2009). Añade, sin embargo, que a diferencia de la experiencia europea, Chimérica es el fruto de las circunstancias y no el resultado de una acción deliberada o aún deseada.
Estados Unidos y China no pueden, para bien o para mal, prescindir el uno del otro. La economía norteamericana está en capacidad de seguir funcionando, a pesar de sus gigantescos y reiterados déficits, porque los chinos están dispuestos a absorber una y otra vez las emisiones de deuda pública que este país emite. Pero, a la vez, los excedentes chinos no podrían existir si los estadounidenses no estuviesen dispuestos a consumir vorazmente sus productos y a aceptar, a pesar de sus periódicas amenazas, una balanza comercial perenne y dramáticamente negativa. Los dos millones de millones de dólares que mantiene China en sus reservas internacionales constituyen la contrapartida natural al déficit comercial mensual de 28.000 millones de dólares que mantiene Estados Unidos frente a ese país.
En los primeros meses de 2009 el Departamento del Tesoro estadounidense ofertó varios cientos de miles de millones de dólares en bonos para financiar las leyes de estímulo financiero a su economía. Quien absorbió la mayoría de esa deuda fue el mismo que lo había hecho cuando el sistema crediticio norteamericano comenzó a hacer implosión en 2008 y cuando los primeros signos de la tormenta se avizoraban en el horizonte en el 2007: China.
A la vez, las corporaciones estadounidenses necesitan del mercado y de la mano de obra de China como condición de supervivencia y crecimiento, de la misma manera en que este país requiere de la transferencia tecnológica por parte de aquellas como elemento vital de expansión económica.
La compleja relación de pareja conformada por Chimérica representa el eje fundamental sobre el que se sustenta la economía global.
El término Chiindia, de su lado, alude a la fuerza combinada de China e India, quienes hasta 1820 representaron el 50% del PIB mundial, y que ahora vuelve por sus fueros. En la tercera década de este siglo, China deberá ser la primera economía del mundo e India la tercera.
Ser las dos economías de más rápido crecimiento mundial y, a la vez, las de mayor tamaño poblacional, ofrece inmensas ventajas. A pesar de su rápido crecimiento en décadas pasadas, Japón nunca pudo haber superado a Estados Unidos por el simple hecho de que su población es apenas un 40% de la estadounidense. A China, por el contrario, le bastaría con que el ingreso per capita de sus habitantes llegase a una cuarta parte del de Estados Unidos para superar en tamaño al PIB norteamericano. De allí en adelante, su dimensión poblacional le permitiría garantizarse varias décadas adicionales de crecimiento económico sostenido, a tasas elevadas. Algo similar puede decirse de India. No en balde los autores citados estiman que, para la década del 2040, ambos países representarán el 40% del mercado global.
Chiindia tardará algún tiempo en alcanzar lo que los economistas denominan el “punto de inflexión Lewis”: cuando desaparece el excedente de mano de obra y esta se encarece. La vastedad y diversidad regional de la mano de obra disponible en ambos casos permitirá una estrategia dual: especialización tecnológica en sectores de avanzada y producción de bajo costo para la mano de obra no especializada. La capacidad para manejarse simultáneamente en ambos extremos del espectro brinda inmensa flexibilidad a sus economías.
El bajo costo de su mano de obra ha propiciado una gigantesca ola de externalizaciones proveniente de Europa y Estados Unidos. Ello abarca plantas manufactureras, centros de servicio y núcleos de investigación y desarrollo. Más allá del valor de la mano de obra de sus obreros fabriles, el costo de su talento científico-tecnológico es de un 10 a un 15% al prevaleciente en los países desarrollados. La combinación de ambos factores plantea una transformación radical en términos de ventajas comparativas.
Son los dos mayores productores mundiales de egresados en ciencia y tecnología. Mientras Estados Unidos otorga anualmente 65.000 títulos de doctorado o maestría en ingeniería, China entrega 75.000 e India 60.000. De los egresados de universidades norteamericanas, a su vez, la mitad son extranjeros y de aquellos la mayoría proviene de Chiindia. China sube con rapidez exponencial por la escalera tecnológica de las manufacturas, mientras que India lo hace por la de los servicios. Si ambos países se decidiesen a combinar sus ventajas comparativas, tendría lugar una auténtica revolución económica.
Sus empresas son las de más rápido crecimiento en el mundo, combinando niveles internacionalmente competitivos de calidad con costos muy inferiores a las de sus contrapartes del mundo desarrollado. Compañías como Huawei, Lenovo, Chery, Infosys o Tata, por sólo citar algunas pocas, están llamadas a transformarse en líderes globales en las áreas de bienes o servicios.

Alfredo Toro Hardy es embajador y académico venezolano

. Nota completa en: http://blogs.publico.es/dominiopublico/2897/chimerica-y-chiindia/

sábado, 1 de enero de 2011

Brujonomics


Les convido con esta nota maravillosa de Página/12, donde nos detallan cómo la pifió el establishment a fines del 2009 con sus predicciones económicas catastróficas sobre 2010. Algo fundamental para reinterpretar las del 2011...

Brujonomics
Por Roberto Navarro

“La economía crecerá un 3,5 por ciento en 2010, gracias al viento de cola que vendrá del exterior. La inversión crecerá apenas un 2,0 por ciento. La desocupación trepará al 11,1 por ciento y caeremos en un déficit fiscal del 2,5 por ciento.” La afirmación la hizo Miguel Angel Broda a Clarín el 6 de diciembre de 2009. La realidad es que el año cerrará con un crecimiento cercano al 9 por ciento, con un incremento de la inversión del 17 por ciento, superávit fiscal primario del 2,7 por ciento y un desempleo del 7,5 por ciento. Broda erró otra vez y van... Cada año, al llegar diciembre, los economistas de la city difunden sus pronósticos. Aunque se vienen equivocando desde hace siete años, insisten con una perseverancia digna de mejor causa. En ese mismo artículo, Mario Brodersohn estimó un crecimiento máximo del 4 por ciento, una desocupación del 11 por ciento y déficit fiscal del 1 por ciento. El 3 de enero de este año Orlando Ferreres afirmó en el diario Perfil que “no hay forma de crecer más del 3 por ciento, porque tendremos cuellos de botella energéticos”.

La mayoría de los economistas que pronosticaron un pobre 2010 son de cuño neoliberal, aunque en los últimos años se han sumado a ese festival de pronósticos errados economistas que se denominan de centroizquierda. En sus opiniones marcaron claramente que los 2 o 3 puntos que iba a crecer la economía vendrían de la mano del viento de cola internacional. Por ideología, sólo cuentan en sus estimaciones con la fuerza del mercado, sin mensurar lo que pueden sumar las políticas públicas. Buena parte del crecimiento que no vieron se debió a un marco macroeconómico sólido y estable, a un fuerte incremento de la inversión pública, a una política industrial que estimula la inversión y al apoyo de la banca pública a la producción, entre otras medidas.

Sería inocente pensar que sus sistemáticos yerros se deben sólo a sus anteojeras ideológicas. Estos economistas trabajan para grandes grupos nacionales e internacionales que están en desacuerdo con la actual política económica. A diferencia de lo que estaban acostumbrados, el Gobierno interviene en los mercados, como en el caso de las retenciones a las exportaciones agrícolas, la regulación de las tarifas de los servicios públicos y la mediación en los conflictos laborales, entre otras medidas. Pronosticar el fracaso de la economía, además de generar expectativas negativas en el mercado, es una señal de disconformidad hacia las políticas del Ejecutivo.

Como en años anteriores, cuando la mayoría de los medios publican los pronósticos 2011 sin revisar los del año que termina, Cash realizó un trabajo de archivo para informar qué dijeron esos economistas mediáticos hace un año sobre la performance de la economía en 2010.

Carlos Melconian, uno de los consultores que más transitan los medios de comunicación, presentado en 2003 por el ex presidente Carlos Menem como su futuro ministro de Economía días antes de abandonar la segunda vuelta electoral frente a Néstor Kirchner, y uno de los referentes en temas económicos de Mauricio Macri, es uno de los que vienen previendo tempestades, sin éxito. El 14 de diciembre de 2009 le dijo a Clarín “puede ser que en 2010 crezcamos al 3 por ciento, porque las condiciones internacionales nos favorecerán. Pero a la hora de mirar el mediano plazo, soy pesimista. El modelo está agotado”.

El 2 de mayo de 2010, ya avanzado el año, José Luis Bour, director de FIEL, señaló a Perfil que “el boom de consumo de los bienes durables tiene corta vida. En el segundo semestre probablemente haya menos expansión por parte de los durables y ya la inflación estará mordiendo en todos los sectores. Esto se cae. Terminaremos creciendo un 5 por ciento, con suerte”. FIEL fue uno de los principales think tank neoliberales de los ‘90. De sus filas surgió Ricardo López Murphy. Sus economistas se resisten a aceptar que un plan opuesto a sus ideas tenga éxito.

En su edición del domingo 15 de noviembre de 2009, Perfil reflejó la preocupación de Orlando Ferreres por la economía 2010. “Uno de los temas estructurales que dificultarán crecer más del 3 por ciento en 2010 –como lo hará casi toda la región, con Brasil al frente– es la escasísima inversión agregada. Por otra parte, las políticas equivocadas del Gobierno han llevado al país a un gravísimo problema energético. No hay electricidad para producir más.” La realidad es que en 2003, con la llegada de Néstor Kirchner al poder, el país tenía una capacidad de generación de 14 millones de megawatts y utilizaba 12 millones. En la actualidad, luego de crecer casi un 80 por ciento en siete años, necesita 20 millones de megawats y produce 27 millones.

“Dejamos las tasas chinas de crecimiento para siempre”, afirmó Carlos Rodríguez, del Cema, a Ambito Financiero el 24 de noviembre de 2009. China está cerrando el año con una suba de su PBI del 9,6 por ciento y Argentina, del 9,0 por ciento. “Hasta después de las elecciones de 2011 no va a haber inversión en el país para motorizar el crecimiento. No vamos a una crisis, vamos a un parate de la actividad hasta que cambiemos por otro gobierno.” Sin disimulos, Rodríguez ponía como condición para crecer que se vayan los Kirchner.

“A medida que nos acerquemos a mediados de 2010, obviamente, la situación de inversión, de inflación, del financiamiento del déficit fiscal, de las distorsiones microeconómicas que subsidios y compensaciones han generado, van a ir produciendo expectativas de riesgo de crisis macroeconómica”, le anticipó a Clarín Miguel Angel Broda el 6 de diciembre de 2009. Como cuando pronosticó un dólar a 20 pesos en 2002, Broda va más allá de sus colegas y anticipa catástrofes. También suele opinar de política. “Una vez que el ‘gran macroeconomista’ (por Néstor Kirchner) vea que no hay posibilidades de que él o una parte de su dinastía puedan ser reelectos, preferirá dejar ‘tierra arrasada’ para intentar volver en 2015.” “El año próximo veremos una desocupación del 11,1 por ciento y subiendo, la inversión sólo rebotará un 2,0 por ciento y caeremos en un déficit fiscal del 2,5 por ciento. Con ayuda del exterior, podemos crecer un 3,5 por ciento.”

Mario Brodersohn, por su parte, aseguró en ese mismo artículo que “el Gobierno no tiene un planteo para resolver la crisis agropecuaria ni la crisis energética o cómo resolver el problema fiscal. Y eso va a afectar el clima de expectativas. La Argentina cayó más en la crisis y en el rebote va a crecer menos. Veo un techo de crecimiento del 4 por ciento, con suba del desempleo al 11 por ciento y un déficit fiscal del 1 por ciento”.

El ex viceministro de Economía de Eduardo Duhalde, Jorge Todesca, auguró un crecimiento del 2 por ciento para todo el 2010. En una nota que brindó el 14 de noviembre del año pasado a La Nación, Todesca señaló que “si el repunte fuera mayor, cosa que no creo, también habría más inflación y además queda por concretar todavía un fuerte ajuste de precios en servicios públicos, y en menor medida en el segmento privado. Otro ingrediente es la falta de inversión”. El año termina con una inversión record, que representa el 23,4 por ciento del PBI.

Rodrigo Alvarez, de Ecolatina, la consultora fundada por Roberto Lavagna, explicó el 8 de diciembre a Ambito Financiero que “los subsidios continúan siendo una pesada carga para las debilitadas cuentas fiscales y luego del fallido aumento de tarifas a mediados de este año, se esperan nuevas subas para 2010. Además de la electricidad y el gas, no descartamos futuros incrementos en el transporte público de pasajeros. La Economía ya no volverá a crecer más del 3 o 4 por ciento anual y el déficit fiscal será un problema serio”.

Mientras en los noventa cerraban decenas de miles de fábricas y se perdían millones de puestos de trabajo, los economistas neoliberales no tenían otra salida para apoyar el modelo que seguir la frase creada por Carlos Menem: “Estamos mal, pero vamos bien”. En los últimos siete años, ante la contundencia de los resultados obtenidos con un modelo antagónico al que promueven, no tuvieron mejor idea que dar vuelta la frase: “Estamos bien, pero vamos mal”.

(En http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/cash/17-4852-2011-01-01.html )