miércoles, 25 de mayo de 2011

¡Feliz Día de la Patria!

Felicidades amigos!
Hace 201 años, aprovechando la convulsa situación de la metrópoli, los criollos daban en Buenos Aires un grito de Emancipación; eco del proferido un año antes en Cochabamba.
Desde entonces, nuestra Patria sufrió grandes transformaciones; fue madre de grandes héroes, y también cuna de muchos traidores. Algunos de sus hijos combatían al enemigo extranjero con sudor y lágrimas, mientras otros la vendían tan barato, que a Judas le hubiera dado vergüenza...

Nuestra historia puede hacernos llorar de bronca o de alegría; ofendernos o exaltarnos. Pero es nuestra historia, y cada vez que pienso en ello me acuerdo de unas lindas palabras de Manuel Ugarte, el gran latinoamericanista:
" La historia no se llora ni se modifica. Cuando depende de nosotros, se hace. Cuando nos viene de otras generaciones, se soporta y se corrige en la medida de nuestras fuerzas. El pesimismo es la enfermedad de los débiles".

La historia de la Argentina no está encerrada en los libros de colegio; ¡se está escribiendo todos los días con cada una de nuestras acciones!. Si queremos una patria de la cuál estar orgullosos, en donde nuestros hijos puedan crecer libres, seguros y en plena igualdad con sus compatriotas, es muy fácil: ¡salgamos a construirla!¡Seamos concientes de nuestra parte en la Historia!.

En el espíritu de la fecha, me despido evocando las palabras del Padre de la Patria, cuando preparaba en Cuyo el ejército libertador (rebosante del espíritu latinoamericano):
¡SEAMOS LIBRES!¡QUE LO DEMÁS NO IMPORTA NADA!

¡Feliz día de la patria, mis amigos!!!! :D

jueves, 19 de mayo de 2011

10 años despues


Hay historias que van de la mano, aunque no nos guste o no sepamos verlas. La de España y Argentina es una de ellas.
Y no digo solamente que ambas historias lleven una relación recíproca, un hilo conector como cualquier metrópoli mantiene con sus antiguas colonias: me refiero a los paralelismos obligados que han tenido dichas historias.

Fue en la década de 1820 cuando la oligarquía porteña abandonaba a San Martin y sus tropas en Perú, y traicionaba no solo el ideal revolucionario de Mayo, sino la grandeza por venir de toda la nación. Fue para esos mismos años en los que se traicionaba también a Rafael del Riego, el hombre que había logrado que Fernando VII de España jurara la Constitución de 1812 (redactada justamente mientras el Rey se cobijaba bajo el ala bonapartista, y sus ciudadanos eran masacrados por el ejército francés).

Nuestras economías desde entonces han seguido un camino similar. Marchando al paso de los latifundios hemos visto industrializarse al mundo, mientras nosotros seguíamos engordando oligarquías agroganaderas que dilapidaban su (nuestro)dinero en putas parisinas, o importando (ladrillo por ladrillo) edificios londinenses, en vez de fomentar la aparición de una modesta industria nacional.

El siglo XX fue para ambas una época de sangre de hermanos derramada, y nuestros territorios simple tableros de ajedrez de potencias, aprovechadoras de las diferencias intestinas. Así, los intentos de gobiernos populares en ambas márgenes del Atlántico fueron apagados por golpes militares, a los que siguieron décadas de represión incruenta, desaparición sistemática de personas y el sostenimiento de un programa que reducía nuestras economías al papel de meros siervos del capital norteamericano.

Y el destape no fue solo español: al caer las tiranías volvió la alegría para ambos. Pero el Capital, que ahora nos daba un poquito de libertad, tampoco quería que nos acostumbremos: un poco está bien, pero la cuota hay que mantenerla al día. Y así llegamos a esos maravillosos años de la convertibilidad y del euro, esa época donde de repente todo era reluciene y maravilloso y comíamos la misma chatarra que se come en NY, y podíamos comprarnos las mismas porquerías que se usaban en el primer mundo (¡pero claro, si eramos el Primer Mundo!), porque los chinos hacían todo muy barato y a nosostros nos parecía una ganga. Con el lenguaje neoliberal, se eliminó del repertorio de nuestras juventudes la idea de la politización: eso ya ni siquiera era peligroso, sino cosa de vagos. Al trosko no se le temía: daba risa.

Poco a poco, nos fuimos despertando del sueño. O eso parecía.

En el 2001 explotó la burbuja en Argentina: millones de desocupados, niveles de pobreza que parecían haberse dejado atrás hacía 50 años, indigencia y hambruna por doquier. La imagen del político estaba por el piso; el grito que surgía de entre el ruido de las cacerolas era claro: "Que se vayan todos/ que no quede ni uno solo". La clase media, embobada durante más de diez años con la fiesta de la paridad, salía de su sopor con un cachetazo, y se lanzaba a la calle. Todos nos emocionamos y vimos en esto un momento histórico y una oportunidad única.
Y lo fue. Desde entonces, sucesos más que interesantes han ocurrido en la Argentina (en el marco de un movimiento que se expande en toda latinoamerica, desde Miraflores a la Rosada): la juventud empezó a tomar conciencia. Se revivió un lenguaje que había sido meticulosamente enterrado; sobrevino la sensación de que la politica no la hacen solamente los lobistas: nosotros también tenemos poder. Hoy hay miles de jovenes de clase media comprometidos en movimientos sociales, en partidos políticos, involucrándose cada vez más en lo que parece el resurgir de la política en la Argentina.

Cuando hace unos 4 años visité España, me quedé con una sensación particular: estos tipos están viviendo nuestros 90s, y les va a explotar todo en las manos en cualquier momento. No pretendo darme aires de adivino; más bien uno en esas épocas sentía tener síndrome de Casandra. Pero así fue...

Miro una de estas mañanas una foto en un diario, y me parece un artículo de archivo. Seguramente muchos de uds, que vivieron diciembre del 2001, recordarán la imagen: gente de clase media con una cacerola en las manos, gritando en las plazas, pidiendo la posibilidad de un futuro, de no quedar desplazada dentro de este sistema impuesto por unos políticos sedientos de números y de billetitos. Diez años después, el fenómeno parece haber llegado a España: la juventud sin futuro se despertó repentinamente del letargo de la PlatStation y de la descarga gratuita de Taringa! para darse cuenta de que generaciones de políticos les han hipotecado el futuro. Que el ingreso a la UE, la incorporación del Euro y el Plan Bolonia no eran las maravillas modernas, sino la destrucción sistemática del estado de Bienestar Español.

Diez años después, miro esas plazas rebosantes de gente y me causa gracia que las juntas electorales intenten prohibir un movimiento espontáneo y genuino como el de los Indignados. Que intenten frenar el quiebre de la represa que ellos mismos han ido desmantelando, piedra por piedra, en los últimos años. Lo patético de sus discursos deja entrever su incapacidad para comprender lo que tienen delante: la gente dice BASTA, y pide un cambio radical.

En América Latina la cosa no ha ido tan mal. De una punta a la otra, hemos logrado atravesar la peor crisis financiera de la historia sin sufrir las consecuencias que el resto del planeta ha tenido que bancarse, apaleado. Vivimos un proceso de participación política único, que cada día avanza más. No importa que el presidente sea fulano o mengano: la conciencia política que se ha creado supera quien ocupa el sillón del Innombrable (original, no el patilludo). Es algo que llegó para quedarse, y eso me hace muy feliz.

Solo puedo desearle a mis amigos hispanos un desenlace feliz, pues se lo merecen. Ojalá no pasen por el baño de sangre represivo de Diciembre de 2001; ojalá los líderes del PP y del PSOE se queden pasmados por la peor de sus elecciones en la historia democrática española. Ojalá que las juventudes canalicen esta indignación en la energía necesaria para reformular el Estado de Bienestar, hacerlo fuerte y grande y ser, de una vez por todas, todo lo que pueden ser. Pero sin desigualdad.

miércoles, 4 de mayo de 2011

Galeano y la "integración" económica latinoamericana en los 70s

"Para que el imperialismo norteamericano pueda, hoy en día, integrar para reinar en América Latina, fue necesario que ayer el Imperio británico contribuyera a dividirnos con los mismos fines. Un archipiélago de países, desconectados entre sí, nació como consecuencia de la frustración de nuestra unidad nacional. Cuando los pueblos en armas conquistaron la independencia, America Latina aparecía en el escenario histórico enlazada por las tradiciones comunes de sus diversas comarcas, exhibía una unidad territorial sin fisuras y hablaba fundamentalmnete dos idiomas del mismo origen, el español y el portugués. Pero nos faltaba (...) una de las condiciones escenciales para constituir una gran nación única: nos faltaba la comunidad económica.
Los polos de prosperidad florecían para dar respuesta a las necesidades europeas de metales y alimentos no estaban vinculados entre sí: las varillas del abanico tenían su vértice al otro lado del mar. Los hombres y los capitales se desplazan al vaivén de la suerte del oro o del azucar, de la plata o del añil, y solo los puertos y las capitales, sanguijuelas de las regiones productivas, tenían existencia permanente. América latina nacía como un solo espacio en la imaginación y la esperanza de Simón Bolivar, josé Artigas y José de San Martín, pero estaba rota de antemano por las deformidades del sistema colonial. Las oligarquías portuarias consolidaron, a través del comercio libre, una estructura de la fragmentación, que era su fuente de ganancias: aquellos traficantes ilustrados no podían incubar la unidad nacional que la burguesía encarnó en Europa y en Estados Unidos. Los ingleses, herederos de España y de Portugal desde tiempo antes de la independencia, perfeccionaron esa estructura todo a lo largo del siglo pasado, por medio de las intrigas de guante blanco de los diplomáticos, la fuerza de extorsión de los banqueros y la capacidad de seducción de los comerciantes...

El resultado está a la vista: en la actualidad, cualquiera de las corporaciones multinacionales opera con mayor coherencia y sentido de unidad que este conjunto de islas que es Amérrica Latina, desgarrada por tantas fronteras y tantas incomunicaciones. ¿Qué integración pueden realizar entre sí países que ni siquiera se han integrado por dentro?. Cada país padecen hondas fracturas en su propio seno, agudas divisiones sociales y tensiones no resueltas entre sus vastos desiertos marginales y sus oasis urbanos...

Muy distinto destino se propusieron y conquistaron, por cierto, los Estados unidos. Siete años después de su independencia, ya las trece colonias habían duplicado su superficie (...) y cuatro años más tarde consagraron su unidad creando el mercado único. La compra de Lousiana (...), más tarde fue el turno de la Florida y, a mediados de siglo, la invasión y amputación de medio México en el nombre del "Destino Manifiesto". Después la compra de Alaska, la usurpación de Hawai, Puerto Rico y las Filipinas. Las colonias se hicieron nación, y la nación se hizo imperio; todo a lo largo de la puesta en práctica de objetivos clramente expresados y perseguidos desde los lejanos tiempos de los padres fundadores. Mientras el norte de América crecía, desarrollandose hacia adentro de sus fronteras en expansión, el sur, desarrollado hacia afuera, estallaba en pedazos como una granada.

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Las trece colonias del norte tuvieron, bien puede decirse, la dicha de la desgarcia. Su experiencia histórica mostró la tremenda importancia de no nacer importante. porque al norte de América no había oro ni había plata, ni civilizaciones indígenas con densas concentraciones de población ya organizada para el trabajo, ni suelos tropicales de fertilidad fabulosa en la franja costera que los peregrinos ingleses colonizaron (...). Fue una suerte. por lo demás, desde Maryland hasta Nueva Escocia, pasando por nueva Inglaterra, las colonias del norte producían, en virtud del clima y de las caracteristicas de los suelos, exactamente lo mismo que la agricultura británica, es decir, que no ofrecían a la metrópoli una producción complementaria.

Muy distinta era la situación de las Antillas y de las colonias ibéricas de tierra firme. Una pequeña isla del Caribe resultaba más importante para inglaterra, desde el punto de vista económico, que las trece colonias matrices de los Estados Unidos.

Estas circunstancias explicacan el ascenso y la consolidación de los Estados unidos como un sistema económicamnte autónomo, que no drenaba hacia afuera la riqueza generada en su seno. Eran muy flojos los lazos que ataban la colonia a la metrópoli; en Barbados o jamaica en cambio, solo se reinvertían los capitales indispensables para reponer los esclavos a medida que se iban "gastando". No fueron factores raciales, como se ve, los que decidieron el desarrollo de unos y el subdesarrollo de otros: las islas británicas de las Antillas bi tenían nada de españolas ni de portuguesas. la verdad, es que la insignificancia económica de las trece colonias permitió la temprana diversificación de sus exportaciones y alumbró el impetuoso desarrollo de las manufacturas. La industrialización norteamericana contó, desde antes de la independencia, con estímulos y protecciones oficiales. Inglaterra se mostraba tolerante, al mismo tiempo que prohibía estrictamente que sus islas antillanas fabricaran siquiera un alfiler.

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El actual proceso de integración no nos reencuentra con nuestro origen ni nos aproxima a nuestras metas. Ya Bolivar había afirmado que los Estados Unidos parecían destinados por la Providencia para plagar a America de miserias en nombre de la libertad. no ha de ser la General Motors y la IBM las que tendrán la gentileza de levantar, en lugar de nosotros, las viejas banderas de unidad y emancipación caídas en la pelea, ni han de ser los traidores contemporáneos quienes realicen hoy la redención de los héroes ayer traicionados. Es mucha la pdredumbre por arrojar al fondo del mar en el camino de la reconstrucción de América Latina. Los despojados, los humillados, los malditos tienen, ellos si, en sus manos la tarea. La causa nacional latinoamericana es, ante todo, una causa social: para que América Latina pueda nacer de nunevo, habrá que empezar por derribar a sus dueños, país por país. Se abren tiempos de rebelión y de cambio. Hay quienes creen que el destino descansa en las rodillas de los dioses, pero la verdad es que trabaja, como und esafío candente, sobre las conciencias de los hombres".


Eduardo Galeano, Las Venas Abiertas de América Latina
Montevideo, 1970.