martes, 12 de julio de 2011

Gracias, Buenos Aires

Escribí esto ayer por la mañana (lunes post-elecciones), en el tren. Funcionó como catarsis para no arrancarle la cabeza a nadie. Lo comparto con Uds.
(Y quiero hacer constar que en estas elecciones hubiese votado por Pino).


Gracias, Buenos Aires.
Gracias, por que ayer le recordaste a todos tu rol en la Historia.
Gracias por hacerme acordar que fue tu oligarquía la que destruyó el espíritu revolucionario de Mayo, temerosa de perder su civilidad de calles de tierra si se ponía de igual a igual con el resto de las ciudades del virreinato. De cómo te deshiciste de Moreno, corazón jacobino de la Revolución, haciendolo morir en altamar por el veneno que alojan tus fauces.
Gracias por traer a mi memoria las penurias de Belgrano, abogado y pensador tan respetable en su tiempo, al que mandaste tantas veces al muere y defendió con gallardía una frontera que, de haber caído, hoy no tendríamos Argentina. Por haberlo juzgado a su regreso, sin pagarle sus sueldos atrasados (ni construirle las escuelas). Por honrar al creador de la bandera mas hermosa del mundo con la muerte en vida, y el olvido al rondarle la muerte.
Gracias por recordarme cómo, por primera vez y ante los ingleses, nos endeudaste a todos los argentinos para hacerte un poquito más coqueta.
Gracias por engañar a Artigas, protector de los Pueblos Libres; por usarlo y luego tildarlo en tu historia oficial de bandido, forzandolo a morir en la pobreza y el exilio al hombre que soñó (y luchó) por un Río de la Plata unido.
Gracias por no dejarme olvidar cuando tu gobernante predilecto le negó al Padre de la Patria las tropas y el dinero necesario para continuar de liberación de Sudamérica (y de esto no solo se acuerda quien escribe, sino América latina toda). Y cierto, él también pereció en el exilio...

¿Y cómo olvidar a tus historiadores, que tildaron a Bolívar de loco y taidor?

Gracias por refrescarme, uenos Aires, que mandaste a perseguir como a un cuatrero a Güemes, el gaucho más valiente, el gran guerrillero argentino que defendió palmo a palmo la frontera norte y paraquien no tuviste más que palabras de oprobio, y un manojo de mercenarios que pagaste con oro inglés.
Gracias por no dejar que me olvide de todos esos caudillos, verdaderos argentinos de raza, que se alzaron contra tu polñítica expoliadora y, por reclamar cordura y justuicia, pasaste a degüello.
Gracias también por las cartas donde se evidencia que la barbarie estaba en el corazón del padre del aula, cuando pedía regar la tierra con sangre de gaucho...
Gracias por marcar a fuego que fue tu ejército el que marchó contra la entonces nación más próspera y civilizada de América Latina, para expandir los mercados ingleses. Fue tu ejercito el que forzó a grillete y punta de fusil a las demás provincias (renuentes a involucrarse) a participar del genocidio de un pueblo hermano, del cuál aún te seguís desentendiendo.

Te agradezco, ¡y cuanto te agradezco!, no poder olvidar a tus recoletos, que te levantaron fachadas parisinas con el dinero que hubiese servido para levantar industrias.

Gracias por recordarme que pediste inmigrantes, pero cuando no te llegaron los alemanes que esperabas, sino los tanos, gallegos y rusos, los arrojaste al arrabal para que se valieran por si mismos.
Gracias por mantener presente en mi memoria a Roca y su vástago: el uno expandiendole a tus oligarcas el territorio cultivable a expensas de otro genocidio; el otro vendiéndo por chirolas a los piratas de siempre el fruto de tanta muerte.
Gracias por no permitir que olvidemos que sostuviste a la infamia una década; que te aterraste cuando en tus fuentes el pueblo remojó los pies cansados (igual terror que tuviste cuando un siglo y monedas antes, un caudillo vino a ponerte los puntos y ató, bárbaro, su caballo a la pirámide de Mayo). Que un pueblo quería lo que a vos te sobraba, y te negaste siempre a compartir. Y que cuando te obligaron, intentaste con buitres y bombas acallar un nombre que germinó en corazones y estalló como grito de lucha en millones de gargantas...

Gracias por el archivo, que muestra a tus grandes intelectuales de izquierda sentados con los golpistas, colaborando con ellos "contra el dictador". Las manos de ellos también se tiñen de la sangre de los fusilados.

Y cómo olvidar a esa multitud de clase media porteña que despertó a el vaciamiento y destrucción de una nación, solo cuando le tocaron los ahorros...

Gracias Buenos Aires por recordarme este domingo que te sentís mñas que el resto de nosotros. Por demostrarme una vez más que tu mirada, clavada en el río, busca nostálgica en el horizonte las costas de una Europa de la que te crees partye, pero a la que tus pies enterrados en el barro nunca dejaron acercarte.
Ese barro que es tu suelo, tu fuente de riquezas; ese suelo que espera, de una vez y por todas, que dejes de verte como una simple ciudad portuaria y aumas el rol que debés cumplir en la construcción de una Argentina libre, y hermana de los pueblos de América Latina.

Y si bien recuerdo todo esto, mantendo siempre viva la esperanza. Al fin y al cabo, es lo último que se pierde.

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